Sentir a Dios vivo y actuante en la vida diaria de cada uno, es una experiencia anonadante y maravillosa, abierta a ser repetida y madurada en cada instante de la vida.
Dios obra y si se detienen los ruidos, los apuros del mundo y el exceso de razonamiento, se lo capta y se lo escucha.
¡Bendito sea Dios que de este modo nos ama y nos hace partícipes!¡Suya es la Gloria!